Decían
los titulares de algunos periódicos:
<<España
es el país de la OCDE donde más han crecido las desigualdades… Los españoles
más pobres han perdido hasta el 14% de sus ingresos por la crisis, mientras que
el 10% más rico solo ha sufrido un recorte del 1%.>>
¿Y a
quién le sorprende? Porque a nosotros no.
Vamos
a ver, si ya sabemos que los que sacan la tijera a pasear son los que se
incluyen en el 10%, ¿quién esperaría lo contrario?
Joder,
si es que es lógico. A todos (que no solo a los ricos) nos gusta demostrar un
estatus superior, y para tener un estatus superior respecto al resto de los
mortales debemos poseer y disfrutar cosas que el resto solo sueña.
El
concepto de lujo no existiría si todos tuviésemos acceso a los mismos bienes y
servicios. ¿Qué gracia tendría conducir un cochazo si todo el mundo lo hiciera?
¿Para qué irse de vacaciones a una playa caribeña si todo el mundo veranease
allí?
Lo
que sucedió es que con el “Estado del Bienestar” a los pobres se nos subieron
los humos y, claro, pasa ahora lo que pasa…
Se
nos ocurrió estudiar, tener aspiraciones y demandar un salario justo por
nuestro trabajo. Se nos fue de las manos y empezamos a adquirir artículos que
antes estaban fuera de nuestro alcance, visitar sitios que quedaban más lejos
que Benidorm y exigir derechos que nos acercaban ligeramente a la “élite”.
Pero
se nos olvidó que el concepto de élite funciona igual que el del lujo… Si todos
pertenecemos a la élite, no hay élite que valga, nos quedamos en vulgo. Y el
vulgo no mola, reconozcámoslo.
Así
que se han tenido que tomar cartas en el asunto, a ver. No ha sido por
cuestiones de egoísmo puro o avaricia desmedida, nada más lejos. Todo ha
ocurrido por cuestiones de ecologismo: se pretende asegurar la preservación de
especies.
El
pobre, en el mundo occidental, estaba en peligro de extinción. Y no podemos
dejar que las especies desaparezcan así como así. Eso sí que sería cruel. De
modo que las medidas que se han tomado han sido del todo altruistas.
El
único problema que existe es que los muertos de hambre no estamos conformes y
damos por el culo al quejarnos a todas horas.
Pero
ya pasará. Pronto pasará. Cuando después de buscar en la basura tengamos que
matarnos entre nosotros por las últimas migajas que han desperdiciado
(¡tontos!) los supermercados y restaurantes, o cuando nos vayamos muriendo por
una infección en las muelas que no cubre la Seguridad Social (nombre que suena
a humor negro), se nos olvidará que es eso de manifestarse y todos viviremos
mucho más tranquilos.