lunes, 20 de enero de 2014

¡Ahí va! Si no puedo decidir sobre mi propio cuerpo...



Hola, Ordenada:

¿Sabes qué? Esta noche he tenido una pesadilla horrible. He soñado que era una autónoma de tres al cuarto, con ingresos esporádicos que no alcanzaban el salario mínimo interprofesional ni a lo largo de un trimestre, y que mi chico tenía un contrato de tres meses. Entonces, una noche, queriéndonos en la intimidad de nuestro lecho, se nos rompía el preservativo y yo me quedaba embarazada.

¡Qué horror! ¡Qué miedo he pasado! Resulta que en mi sueño, como no me habían violado y mi estrés y desesperación por la situación no se consideraban daño psíquico en la madre, ¡no podía abortar!

La cosa se iba poniendo cada vez peor porque, con nuestra situación, y viviendo en Madrid, no teníamos forma de hacer frente a los gastos. Además, nuestras familias no podían ayudarnos (por un lado había una pareja de jubilados y por otro una familia de cinco viviendo con un solo sueldo precario)…

Al final, en el momento álgido, cuando tenía que dar a luz, me despertaba. Qué sudores fríos…

Lo peor de todo es que, cuando he recuperado la consciencia y me he dado cuenta de dónde estaba, he caído en la cuenta de que todo era verdad.

No estoy embarazada, pero los anticonceptivos fallan, la situación económica de mi sueño es real y el Gobierno, gracias a Gallardón, ha decidido que no tengo potestad sobre mi propio cuerpo. Es decir, que de momento estoy a salvo, pero, desgraciadamente, mi sueño podría hacerse realidad.

¿Quiénes son ellos para prohibirnos tales cosas? ¿Qué dios se les ha aparecido y les ha dado el poder suficiente como para decidir este tipo de leyes? ¿Qué sociedad pretenden crear?

En medio de mi indignación he recordado el libro de La Celestina, ¿te acuerdas de él? Se supone que ese personaje se ganaba la vida como hechicera, alcahueta, maestra de hacer cosméticos y de reparar virgos… Y practicando abortos clandestinos.

Puede sonar exagerado, pero, con la situación actual de muchas familias (y parejas jóvenes), ¿no es plausible pensar que habrá quien recurra a la clandestinidad, a viajar a otros países dónde sí es legal el aborto, o quién sabe qué, para librarse de la carga que nos ha impuesto el ministro de Justicia?